La resiliencia es la habilidad de continuar funcionando saludablemente a pesar de la adversidad personal, del estrés de la vida, o incluso de un ambiente desfavorable y hasta destructivo. Los resilientes desarrollan habilidades para salir adelante que lo habilitan para tener éxito en la vida, poseen una fuerte autoestima, una actitud positiva hacia el mundo, poseen un sentido de propósito para sus proyectos, herramientas que le permite enfrentar y resolver los diferentes desafíos.
Las relaciones primarias, desarrolladas en el seno del hogar, si son positivas, sinceras, y duraderas, ayudan a desarrollar personas resilientes. Los adultos mayores que proveen cuidado, seguridad y afecto a los menores, le da un sentido de valoración propio que les permite superarse y fortalecerse. Según los autores del libro “Viva con Esperanza” Mark Finley Peter Landless, toda persona resiliente tuvo en su infancia por lo menos una persona en la vida que lo aceptó incondicionalmente.
El compartir comidas, tiempos de ocio y espacios abiertos en familia hace que los niños construyan un alta autoestima, ya que fortalecen los vínculos. En este compartir , si el respeto, la sinceridad y el valorar al otro están presente, estamos ayudando a nuestros menores a no tener miedo, a sentirse querido y valorado, a saber que puede contar con alguien que lo ayude a superar los obstáculos para los que no está preparado. El cobijo, la seguridad del seno familiar y el afrontar juntos los momentos de felicidad como los que no son, garantizan un desarrollo de la capacidad de resiliencia.